Mi última carta a los reyes magos ✨
Hace ya mucho tiempo que no me dirigía a ustedes, para ser precisa hace 16 años, y creo que ya que durante toda mi infancia, recibí hermosos regalos por parte de ustedes, es mi deber darles una explicación de mi alejamiento.
Procederé a relatar los hechos:
Todo comenzó, cuando tenía 10 años de edad, me encontraba una noche en casa de mi mejor amiga. Ambas estábamos a punto de ir a dormir, cuando a ella se le cayó un diente de leche. Rápidamente lo colocamos debajo de su almohada y nos fuimos a dormir casi de inmediato, para que de esta forma, la espera no fuera tan larga y al día siguiente pudiéramos ver el dinero que había dejado el ratón de los dientes.
A la mañana siguiente, con el brillante sol empapando nuestros rostros, nos levantamos con alegría para así poder descubrir que... ¡Nada! El condenado ratón no le había dado nada a mi amiga, y no solo eso, ni siquiera se había llevado el diente. Apresuradas, procedimos a bajar al comedor, donde sus padres se encontraban desayunando, e inmediatamente mi amiga les mostró el diente de leche que no había sido debidamente recogido de debajo de su almohada la noche anterior.
Atónitos, sus papás se miraron el uno al otro. Casi se podía cortar la tensión con un cuchillo, y sólo me bastó ver las miradas acusadoras que se lanzaban mutuamente, para llegar a una conclusión, la cual, ya se podrán imaginar cuál era, y la que se podría decir, hace que una niña de 10 años no deje de darle vueltas al asunto alrededor de todo el día. Y efectivamente eso hice. Me pasé toda la mañana pensando en el supuesto ratón de los dientes y de pronto, como el flash cegador de una cámara fotográfica, llegó a mí la idea más perturbadora a mis escasos años de vida: ¿si el ratón no existe, los reyes magos tampoco?
Por la tarde, al llegar a mi casa, expuse ante mi madre la idea que había estado rondando por mi cabeza, y adivinen qué me respondió. Si, bueno. Lo que cualquier madre respondería ante esta pregunta, pero entonces, después de secar las lágrimas que corrían por mi rostro, vino casi enseguida otra idea a mi mente, y con voz acusadora y algo rota, le dije:
—¡La culpa es del ratón!
Hasta la fecha sigo pensando que el culpable fue el ratón, pero a pesar de estos hechos tan lamentables, y de la devastadora noticia, mi madre me explicó la dicha que ella y mi padre sentían al comprarme mis regalos, y al ver mi rostro lleno de ilusión al descubrir los obsequios envueltos en distintos papeles y moños de colores. Y finalmente, aún con lágrimas en los ojos, la abracé con fuerza y le di las gracias con todo mi corazón.
Después de tantos años, creo que ha llegado el momento de dirigirme exclusivamente a ustedes como es debido, y darles las gracias por haber vivido en mis fantasías todos esos espectaculares años. Por haber colmado cada año de mi infancia, con risas y alegrías, por haberme dado sueños e ilusiones, que todo niño necesita, pero que en especial a mí me ayudaron a forjarme como una mejor persona, y finalmente, pero no menos importante, gracias porque siempre vivirán en mis padres.
Hasta siempre, su Andrea. ❤️
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